aeronaves CX

viernes, 8 de mayo de 2020

El último de los Seminole está en buenas manos

Al comienzo del año 1980 la firma representante de Piper Aircraft Co,  PIKE & Cia. logró un record de importación de 102 ejemplares tales como PA-34-200T, PA-28-236 Dakota, PA-31T Cheyenne II, PA-28RT 201T Turbo Arrow IV, algun Cherokee y Archer y el PA-44-180 Seminole, de éste ultimo solo se registraron tres unidades, el CX-BND luego a fines de 1990 vendido a EE.UU. como N114N , el CX-BMW con Avo Lycoming O-360 vendido en 2002 a EE.UU. como N445BA y por último el CX-BMR que estuviera activo hasta fines de 2019 vendido a una prestigiosa escuela de vuelo Canadiense como lo es la Brampton Flying Club (ya posée dos Seminole) y que se fuera en vuelo ferry hasta dicho país en enero de este año, hoy día con matricula C-GTEP.
Piper logró ingresar al país un total de 332 ejemplares de sus 24 modelos, pero los mas codiciados por los Norteamericanos son la serie Arrow, chieftain, Archer, Seminole y Cherokee ya que Piper vendió mucho al exterior y al parecer los propios ciudadanos Norteamericanos adquirieron pocas unidades y pasó haber demanda,  a fines de los años 90 salieron a buscar al resto del mundo aeronaves para comprar es así que también debido al quiebre económico del año 2002 en Uruguay, se fueron del país varios de estos modelos siendo el BMR el único que quedaba aún en tierras charruas.
El único que queda por ahí es el Cherokee Warrior PA-28-181 y algún PA-23 y PA-34.
Si existe avión con estética y clase ese es el Piper.





fotos vinculadas al modelo





martes, 5 de mayo de 2020

Aero club de Rocha, misión sanitaria en 1959


texto extraído del diario El Este de fecha 7/07/15

Escribe Lic. Uruguay R. Vega Castillos


Un aporte a la historia del Aero Club de Rocha: testimonio de una misión sanitaria en 1959



De acuerdo con lo manifestado por el señor Diéz, nos reunimos el día 2 de julio, en horas de la tarde. Luego de los saludos de rigor, y hablar largo rato de la Rocha que llevamos en la memoria y en el corazón, pasamos a conversar del Aero Club de Rocha. Así surgió la comprobación que la historia del Aero Club no ha sido escrita, pues por la acción implacable del tiempo, muchos de sus protagonistas fallecieron, otros se fueron de la ciudad, y nada quedó registrado. Pero el Aero Club de Rocha, merecía que quienes lo integraron, que quienes aprendieron a volar en los cursos que se dictaron, que participaron en los distintos eventos, se documentaran y se conocieran sus logros.
Don Rivera Diéz, es un rochense hijo de don Salvador Diéz, (uno de los integrantes de la sociedad propietaria de la Casa Diéz, tienda muy reconocida en la vida comercial local.)

Rivera, en el año 1958, un adolescente con 16 años, comenzó a realizar los cursos de piloto aviador que organizó el Aero Club de Rocha. Durante el desarrollo de los mismos, era Instructor el  primer docente formado por el Aero Club Rocha, Julio O. Casal. En el año 1959, junto con Alfredo Amaral, Julio Cabañas y el Director de la Banda Municipal, señor Cardozo rindieron las pruebas y realizaron las sesiones de entrenamiento establecidas, logrando que el Inspector de Aeronáutica Civil, que venía de Montevideo los aprobara, y en consecuencia se les otorgara el Brevet de Piloto aviador civil.
En ése entonces, se produjo un vacío dirigencial, quedando sin autoridades el Aero Club, por lo cual, asumió como Presidente Don Salvador Diéz persona muy vinculada en el ambiente comercial  y social rochense.

Un día de invierno, muy lluvioso, le llegó al Presidente del Aero  Club de Rocha una solicitud de traslado de sangre urgente a San Luis al Medio. Había que llevar dos dosis para una señora que los necesitaba por tratarse de un grupo especial. Imposible el transporte por la vía terrestre, no sólo por la distancia, sino también porque el camino estaba cortado, consecuencia del desborde de los cursos de agua que cruzaban por la zona.
Don Salvador, apareció en su camioneta, en el  lugar donde se encontraba Rivera con varios amigos. Puesto éste, en conocimiento de la urgencia, no dudó ni un instante, y salieron de inmediato, recogieron a Alfredo Amaral, quien iría como copiloto, y se dirigieron  al hangar. Allí comenzaron a preparar el vuelo. Una primera constatación, al revisar el mapa del Departamento, advirtieron que la zona de San Luis no estaba debidamente indicada, por lo cual había que guiarse visualmente. El avión perteneciente al Aero Club de Rocha era un Piper biplaza. Cuando se estaban aprontando, vino a su memoria el primer vuelo sólo, y el bautismo que se produjo luego de aterrizar. En Rocha se estilaba una forma distinta, al baño de aceite, característico de las instituciones aéreas castrenses de formación  de pilotos, se la había sustituido por un baño en un pozo con agua barrosa.
El clima reinante, mostraba una tarde nublada y amenazante, que los tripulantes minimizan con audacia y tenacidad.
Cumplidas todas las revisiones, tantas veces practicadas bajo la supervisión del Instructor, se encendió el motor del Piper y luego de carretear se levantó vuelo. Diéz actuando como Piloto y Amaral como copiloto. Luego de avistar la ruta, que se veía como una cinta que no podían perder de vista, al rato divisaron la Laguna de Castillos después observaron la Laguna Negra, y derivando sobre su derecha comenzaron a apreciar extensas zonas inundadas. Luego de un tiempo prudencial, se avistó el lugar que se había señalizado para el aterraje.
Estaba presenciando todo el pueblo la llegada del avión.  Formados el Oficial de Policía a cargo del Destacamento, luciendo impecable su uniforme, a su lado un agente que lo que lucía era su voluminosos vientre, enfundado en un gastado uniforme, y a su lado, el médico que ansiosamente esperaba las dosis de sangre.
Se aterrizó, y raudamente salió con la valiosa carga, una camioneta, con rumbo al lugar donde se hallaba la receptora de la misma.
El Policía quedó al costado del avión, con la recomendación que la gente que se arrimara, lo hiciera sin fumar, previendo cualquier tipo de incidente.
Los tripulantes fueron atendidos, proporcionándoseles un refrigerio, que degustaron intensamente., pero notando como disminuía la luminosidad, urgió el regreso.
Luego de despedirse con la satisfacción del deber cumplido, decoló el biplaza, con la expectativa de alcanzar la ciudad de Rocha. Pero, considerando la necesidad de tener una alternativa o plan “B”, es decir otro lugar donde aterrizar en caso que no se alcanzara la capital rochense. Se previó que la primera opción sería la estancia de Amaral, es decir la casa de Alfredo, el tripulante del biplaza.
La tarde oscureció rápidamente, y ambos viajeros empezaron a buscar un lugar donde aterrizar. Diéz se puso nervioso, y prácticamente  le impuso a su compañero, que en la oportunidad cumplía la función de piloto, que aterrizara de inmediato. Así lo hicieron, y el lugar elegido, fue en la cercanía del casco de una estancia, aparecía como desierto. Transcurrió un lapso de tiempo hasta que apareció un señor,  quien se identificó como el capataz de la Estancia “El Sauce Caído”, el que les indicó que lo acompañaran. Lo siguieron, y los hizo  pasar a una habitación muy confortable, que cumplía las funciones de escritorio. Permanecieron largo rato reposando en sendos sofás, pero con natural curiosidad y expectativa, pues la adrenalina generada por el viaje y el aterraje, les había despertado el hambre.
Volvió a aparecer el Capataz, quien les indicó que lo acompañaran al comedor. Llegados al mismo, en una larga mesa, se les había preparado la cena. La cocinera del establecimiento les sirvió un humeante guiso criollo, que por su apariencia se insinuaba muy apetitoso, generosamente servido, y acompañado de sendas rebanadas de pan casero, regado con un vaso de vino. A los dos viajeros, les supo a gloria, y devoraron el contenido ofrecido. De sobremesa, conversaron animadamente de las dificultades que tuvieron que afrontar, y como las habían superado.
Finalizada la cena, fueron conducidos a un dormitorio preparado para huéspedes, donde pernoctaron.
Mientras tanto en Rocha, cuando llegó la noche y los aviadores no habían regresado, cundió la preocupación por su suerte, pero Cabañas, compañero de Diéz, se encargó de tranquilizar a todos señalando, que la preparación y la capacidad puesta de manifiesto en todos los ejercicios y entrenamientos, eran la garantía, que llegarían bien y si no lo habían hecho ésa noche, lo harían al día siguiente, pues habrían aterrizado. Como así fue en una estancia cercana.
 A la mañana siguiente, luego de levantarse, la cocinera les presentó el desayuno en el comedor, el mismo consistió en dos tazones de leche caliente y  pan casero, cortado en largas rebanadas.
Cumplidas las revisiones previas, y luego de saludar y agradecer la hospitalidad brindada, se reinició la travesía ahora sí en dirección a Rocha. Rivera Diéz, pilotea el biplaza.  Años después, Diéz, volvió a encontrarse con el capataz, quien recordando el hecho, preguntó por el avión y por su compañero.
El cielo se presentaba despejado, y los tripulantes intercambian opiniones, y recordaron los ejercicios realizados con el instructor.
La llegada a Rocha, significó un alivio para los integrantes del Aero  Club, por el regreso sin contratiempos, y la misión cumplida, cuyo resultado fue exitoso, mejorando la señora que recibió la sangre.
A través de misiones como la relatada, el Aero Club de Rocha, siempre  sirvió a la sociedad rochense y a quien requiriera de sus servicios.




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Montevideo, Montevideo, Uruguay